Volvimos a desayunar temprano, porque nuevamente a las 8:30 me pasaban a buscar para el segundo día de buceo, esta vez visitando los arrecifes de Colombia Pinacle y Dalila. Lo increíble de estos buceos fue ver una columna de coral polinizando, parece una verdadera chimenea en medio del océano echando humo. También nos cruzamos con un tiburón gata, más tortugas, unas anguilas de arena de lo más locas y un mero enorme, simplemente gigante.
Mientras, Caro y los chicos desayunaron en La Carreta y después se fueron a la playa, donde Francisco desapareció, como todos los días, de la mano de Abby.
Nosotros aprovechamos para ir a visitar caminando el otro hotel de la cadena, a unos 500 metros, el Allegro, y ya que estábamos ahí hablamos con la gente que coordinaba las actividades náuticas para preguntarles si podíamos usar el hobie cat de ellos porque el del Continental lo había roto hacía unos días un turista.
El Hobie Cat es un pequeño catamarán, con una sola vela y un timón doble que tienen esos dos hoteles para el uso de los pasajeros. Francisco, que hace años hace Optimist en Madryn, venía con muchísima ilusión de usarlo, y el hecho de estar roto no lo había puesto muy contento. Pero por suerte, como los dos hoteles eran de la misma cadena, y la empresa que gerenciaba los catamaranes en ambos también era la misma, no hubo problemas y lo reservamos para el otro día, el último en Cozumel.
A la vuelta almorzamos todos juntos en… Claro, La Carreta. Bah, todos juntos no, porque Fran se fue a almorzar con Abby al Flip.
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