Lo que sí no podemos decir es que LAN no se hubiera portado con el hotel, las habitaciones, una para los chicos y otra para nosotros, eran comodísimas, el desayuno tenía hasta salmón, y la pileta era enorme y para nosotros solos. Porque todo el resto del pasaje, casi los únicos que ocupábamos ese hotel en ese día, estaban sentados mirándonos con la misma ropa de ayer. Uno se me acercó y me felicitó por llevar mallas en las valijas de mano, no me dio para explicarle.
Almorzamos en el hotel mismo unas terribles hamburguesas y nos fuimos a donde uno termina siempre en Miami cuando no tiene otra cosa que hacer, a un shopping, de hecho al mismo Dolphin Mall de cuando empezamos el viaje, casi como cerrando quiméricamente el círculo.
Paseamos por los locales, aprovechamos para comprar esas cosas que nos habíamos olvidado la primera vez, los chicos dispararon algunos tiros en el Laser Tag del primer piso y nos fuimos para el aeropuerto en taxi.
Y de nuevo al salón vip de Avianca, debemos ser de los pocos que van al mismo salón vip de un aeropuerto dos días seguidos.
Y esta vez sí salió el avión, en horario y con todo el fuselaje entero. Y así llegamos a Buenos Aires, después de haber pasado dos semanas en México alucinantes, más un día de regalo en Miami, que no está mal tampoco.
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