Día 9: Las maldiciones de los All Inclusive

Como en todo hotel all inclusive, si querés conseguir descuentos en las actividades extras, tenés que fumarte la charla de venta del tiempo compartido. Alguna vez habíamos prometido nunca más pasa por este tipo de experiencias, porque sólo tienen dos finales, o terminás comprando o se transforman en una situación de miércoles insoportable. Pero, la carne es débil, y ayer nos habían ofrecido un paquete de buceo al 50% si accedíamos a “una charla de presentación”, y acá estamos.


Dejamos a los chicos que desayunaran solos y nosotros nos avenimos a las circunstancias. De más está decir que la hora y media prometida se transformó en tres horas y que la “buena onda” de Erik y Juddy lentamente mutó a una insoportable bandeja de misiles de venta. Y todo terminó como debía terminar. Cuando salió el sol, toda la mañana había estado nublado, nos terminó de impulsar para clavarles el no entre ceja y ceja, agarramos los tiquets de descuento y los dejamos hablando solos.
Y el día mejoró notablemente cuando después de nadar un rato conseguimos una cama balinesa frente a la playa. Hicimos snorkel, con Caro nos colgamos mirando a una langosta en su cueva, y hasta una raya, a metros de la costa. Mientras tanto Maca descansaba y Fran disfrutaba del Flip Club con Abby, la coordinadora del equipo de chicos.
Almorzamos en el buffet y de la playa, a las 16 rompimos los cocos hasta que el grupo de animación comenzó el “curso de coctelería” y después fuimos a descansar un poco a la habitación.

Antes de ir a cenar, mientras Caro y Fran nadaban en el jacuzzi aproveché para utilizar los dichosos tiquets y reservé cuatro buceos en dos días por 130 dólares, el curso Discover para Fran por otros 130 y una excursión de snokel para los cuatro por 140.
Cerramos la noche cenando en Los Olivos, el restaurante mediterráneo del hotel, definitivamente el más olvidable de todos, salvo la terrible horma de reggianito a la cual le hicimos los honores, una y otra vez entre plato y plato.